Una guitarra y una voz femenina. Es todo lo que necesita Fernando Tato para, de una forma intimista y valiente, cantar a ese amor que fue, será y sigue siendo.

Como un Nacho Vegas que dibuja cada uno de sus temas con la forma de una musa, el gallego te transporta de la mano a recuerdos que creías olvidados. Coge ese camino a ningún lugar que un día tomó un joven Johnny Cash maleta en mano. Tato evoca a lluvia, a cafés fríos y a seis cuerdas que son confesoras de lo que queda a la espalda.