En determinados círculos, sobre todo entre los más rockeros, la denominación de cantautor está algo denostada. De ahí que algunos artistas que componen y cantan sus canciones -que eso es, después de todo, ser un cantautor- ocultan su nombre real y se presentan al público con el de una banda.

Pero algunos sí que publican y defienden sus temas sin cambiarse ni una coma. Quique González lleva bastantes años haciéndolo y le ha ido bastante bien. De Nacho Vegas podría decirse otro tanto, y el incombustible Noel Soto sigue entregando trabajos dignos y con enjundia.

Germán Salto entra en estas dos categorías: es un cantautor y edita con su nombre real. Para ser más precisos, ahora lo hace, puesto que sus dos primeros trabajos los firmó sólo con su primer apellido. El primero se llamó precisamente “Salto” y salió en 2014 y su continuación recibió el nombre de “Far from the echoes” y  llegó en 2017.

Lo suyo es un cruce entre el folk rock americano y un pop sofisticado y elegante, lo que algunos han dado en llamar de cámara, que empezó interpretando en inglés para después, en su tercer y último disco hasta ahora, titulado “Gran salto adelante” y publicado en 2022 por la discográfica BMG, pasarse al castellano. Una buena idea porque sus letras, brillantes, pueden llegar así a más gente.

Germán Salto firma en solitario pero no trabaja solo. En su último lanzamiento, por ejemplo, ha colaborado Íñigo Bregel, del grupo Los Estanques, que se encarga de la producción, y también lo ha hecho el guitarrista Santi Campos, castellonense que está al frente de Neumáticos.

La de Salto es música para escuchar, aunque eso suene redundante y hasta innecesario. Para escuchar y también para reflexionar y apreciar cada uno de los matices en los que se desenvuelve con acierto un artista con discurso -narrativo y musical- que, aunque ajeno a los vaivenes de las modas, o a lo mejor por eso, se está labrando una carrera de largo recorrido, bien pensada y ejecutada.