Niños Mutantes

Niños Mutantes

Estilo: Pop-rock/Indie




Niños Mutantes

Estrellas consagradas del indie patrio, Niños Mutantes llevan desde mediados de los años noventa inundando el panorama de canciones casi siempre agradables, muy a menudo contagiosas y acreditando en cada disco un mayor nivel de madurez. Sin duda están en la primera división del pop nacional.

La banda granadina nació como un proyecto paralelo a otro grupo de la ciudad, Mama Baker. Nani Castañeda (batería) y Miguel Haro (bajista) empezaron a tocar cada vez con más asiduidad con el guitarrista Juan Alberto Martínez y de ahí surgió el germen de un grupo que, después de algunos cambios, pasó a ser un cuarteto con la incorporación de Andrés López (guitarra y teclados)

En la trayectoria, ya larga de Niños Mutantes, hay una etapa de aprendizaje y otra de esplendor. Esta última ya dura varios discos, representando el mejor pop facturado en la ciudad, y probablemente en España, con títulos como 'El Futuro' y 'Náufragos', que junto al siguiente, ‘10’, completa una trilogía de trabajos casi perfectos.

En '10', publicado en el año 2017, han ido a lo concreto, rápido y directo dejando las especulaciones para otros. Cuando salió parecía una bofetada, instantánea e irritante, pero con los meses ha ido bajando la hinchazón convirtiéndose en pieza clave de sus directos, donde su contenido funciona como como un puñetazo en la mesa, tirando hacia arriba de un repertorio que a estas alturas no tiene falla alguna.

Según la crítica especializada, es uno de los trabajos más arriesgados de su carrera, pues la banda granadina suena más oscura y menos amable que nunca, rompiendo la tendencia de sus últimas grabaciones, que transitaban por los tranquilos caminos de un pop amable y luminoso. En '10', Niños Mutantes se reconcentra casi como un grupo punk y yendo a la esencias de las canciones sin más adorno ni autocomplacencia, hasta el punto de que publicaciones cien por cien roqueras, de las que miran al pop por encima del hombro le han dedicado generoso espacio y no pocos elogios.

En 2020, lo que quiere decir en pleno confinamiento, dieron salida al disco 'Ventanas', cuyo nombre viene inspirado en la ventilación de su discurso, que llevan a nuevos sonidos y direcciones gracias, al trabajo variado de los cinco productores diferentes que han intervenido en su gestación:  Ángel Luján, Rául Pérez y el tándem formado por Carlanas y Anxo de Novedades Caminha; y otros dos que aún permanecían sin desvelar: Christina Rosenvinge,  en su primera producción externa, y la pareja formada por Noni López y Javier Doria, de Lori Meyers. En sus propias palabras es un disco identificable por “su sonido electrónico sudamericano bailable pero sin perder ese sonido mutante marca de la casa”.

En 2023, Niños Mutantes publican un nuevo trabajo, ‘Cuchillos y diamantes’  (Ernie Records), que en su página web describen “como una luz al final del túnel, como un abrazo de los que abrigan y reparan almas dañadas, empezando por las suyas, para que empiecen a sanar”. Reconocen que es un álbum menos festivo, posiblemente por la mala resaca que ha provocado la pandemia, pero aseguran que es también el más trabajado, el disco en el que han buscado con más ahínco un sonido y una personalidad que les hiciera sentirse bien, sin la sensación de que se estuvieran repitiendo o lanzando una mediocridad. El disco viene acompañado por una gira que les lleva a salas y festivales de toda España.

El lento pero inexorable viaje al Futuro

Por Enrique Novi, 2016

A la chita callando Niños Mutantes se han colado entre los nombres que se citan para hacer patria cuando se alaba la cantera del pop y del rock granadino. Con tesón y pasos cortos pero firmes, los granadinos han logrado en su carrera de fondo consolidar su trayectoria y superar por varias cabezas a compañeros de generación que partían mejor posicionados. En sus inicios de devoción hacia The Pixies o Lagartija Nick apenas aspiraban a que les hicieran un pequeño hueco en cualquier cartel por humilde que fuera. Veinte años más tarde se codean de igual a igual en los conciertos benéficos con los que fueron sus ídolos, e incluso con algunos de los que no lo fueron, de los que entonces eran más bien diana de sus desprecios, esa inevitable y sana rebeldía de los jóvenes hacia los consagrados, sus mayores.

Sus canciones poseen el discreto encanto de la sencillez. Tanto en sus textos como en las melodías y en los arreglos, Niños Mutantes tienen la facultad de desprenderse de lo superfluo y poner toda su energía al servicio de lo que importa en ellas. Y lo que importa en las canciones pop, todo el mundo lo sabe, no es otra cosa que una melodía capaz de adherirse al lóbulo temporal, un estribillo brillante que conecte de forma instintiva e inmediata con las emociones, que las despierte y las estimule. En eso Niños Mutantes han sido desde hace ya veinte años, unos maestros.

Desde que surgieran como una prolongación de los legendarios Mama Baker, como un divertimento a tiempo parcial de algunos de sus miembros, jamás han cedido a los devaneos experimentales o estilísticos en los que otros muchos de sus contemporáneos se han regodeado. Precisamente porque desde sus primeras canciones han tenido claro que eran estas las verdaderas protagonistas de un viaje que con la misma sencillez y con la misma naturalidad con que les dan vida, los ha traído hasta aquí, hasta el futuro que es hoy. En el periplo han mantenido firme la vista en el horizonte mientras se hacían adultos, mientras mutaban de niños a hombres y se convertían en padres de niños que mutarán a hombres. Y sin artificiosos efectismos, sin prisa pero sin pausa, a base de perseverancia y convicción, dando pasos cortos pero seguros se han convertido en uno de los mejores grupos que ha dado el pop español en el S. XXI.

Mirando atrás, hacia ese camino que han ido haciendo al andar, se redescubre no solo una nutrida colección de canciones brillantes que hoy son pequeños clásicos de su repertorio, sino también una lustrosa discografía que ha ido de menos a más en la que no hay ni patinazos de principiante, ni agujeros negros de artista reconocido al que le pierde ir de sobrado, ni experimentos que se salen del camino previsto. La de Niños Mutantes ha sido siempre una carrera al servicio de las canciones jalonada de discos estupendos, bien editados, bien titulados y con atractivos diseños que han procurado adaptar al contenido, y que uno tras otros conforman una discografía, primero con Astro, más tarde con Ernie, con la que muy pocos en el panorama nacional podrían competir.

Hagamos un poco de historia. En 1998 el sello Astro, fundado por Roberto Nicieza, que había sido batería de los primeros Australian Blonde, el grupo que lideró la explosión indie gracias al éxito de Chup Chup, era uno de los que con más entusiasmo abrazaba las nuevas propuestas que surgían por doquier. En ese caldo de cultivo, con la mayoría convencida de que los vinilos habían quedado definitivamente como una reliquia del pasado, y, aunque todavía casi nadie lo sospechaba, con los últimos años de vacas gordas para la industria discográfica por delante, Astro ficha a Niños Mutantes y publica "Mano, Parque, Paseo" (un título que hace referencia a la presunta renuncia de un amigo enamorado hacia la vida disoluta). Es el sueño cumplido, el gran álbum que guardarán como un tesoro para la posteridad, aún inconscientes de la larga y sólida carrera que les aguardaba.

Para la historia quedan hermosas canciones como Veneno-Polen, La Fuerza o Katherine, un ejercicio de pop perfecto que podrían haber firmado Los Brincos. Entre cuidadísimas ediciones de pequeñas joyas en formato ep, como "Conversaciones en el Simca" o "Manual de Autoayuda", algunas de sus primeras incursiones en el mundo de las versiones e ingeniosas ediciones de singles coleccionables que harían de su discografía una golosa y gozosa aventura, dos años más tarde, en 2000, llega "Otoño en Agosto". El disco para algunos adolecía de la inmediatez del debut -pecados de la 'segunda obra'- pero contenía otro puñado de canciones que serían clásicos mutantes, Elévame, Florecer o No Quiero Bailar. Su trilogía de la inocencia se cierra con "El Sol de Invierno" editado también en Astro ya en 2002. Con él también contribuirían a alimentar el cancionero mutante con temas como Gente Normal, En la Tierra, El Corazón es un Cazador Solitario o Ítaca.

Posteriormente llegó el recopilatorio "Canciones Para el Primer Día en la Tierra" (Astro, 2005) y el disco de versiones "Grandes Éxitos de Otros" (Astro, 2007), con los que el grupo amplía su paleta al tiempo que perfila un sonido más personal, para desembocar en su etapa de madurez con "Todo Es el Momento" (el último con Astro en 2008). Con él inauguran una fase más escorada hacia lo acústico, más intimista y que incorpora instrumentaciones inéditas en su cancionero hasta entonces. En esa línea incide "Las Noches de Insomnio" (Ernie, 2010) y su continuación "Náufragos" (Ernie, 2012), en el que pronosticaban la caída de los bancos y les deseaban a los ladrones que ardieran, un disco con el que no solo han alcanzado la madurez estilística y un mayor nivel de seguridad en sus composiciones, sino también el principio de un reconocimiento masivo que se ha visto reflejado en las nutridos y crecientes aforos de sus conciertos por todo el país, y también en las listas con lo mejor del año, hasta cuyas primeras posiciones han escalado en diversos apartados.

Los Niños Mutantes se han ganado a fuerza de tesón y de canciones un lugar preferente como representantes del mejor pop facturado en la ciudad. Y con su último disco, "El Futuro" (Ernie Records, 2014), superaron el estupendo recibimiento que tuvo su anterior entrega, el aclamado "Náufragos" (Ernie Records, 2012). El hallazgo es que lo hacían sin estridencias, respetando la ley, probablemente porque la mitad de ellos se ganan la vida ejerciendo como respetables hombres de leyes. Y en cualquier caso porque consiguen el equilibrio entre las sensaciones dulces y las amargas, entre la sencillez y la exuberancia de algunos arreglos. Sea como sea, a día de hoy hay muy pocos nombres en Granada que puedan figurar con moldes más grandes que el suyo.

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